La reciente intervención de la compañera Cristina ante la Asamblea Legislativa, donde presentó un sólido y macizo balance de gestión y estableció los principales ejes políticos y económicos para este 2014, fue acompañada por una masiva movilización en las puertas del Parlamento con un heterogéneo marco de fuerzas políticas, sociales y sindicales que respaldan al proyecto nacional. Esto vino a imponer un quiebre al ciclo desestabilizador, guionado desde afuera, que se inició durante los primeros días de diciembre y que pretendió por todos los medios generar una crisis institucional y el desenlace de la salida anticipada de la Presidenta. Las provocaciones van a recrudecerse, pero ya las cargas están acomodadas. Conviene hacer un breve recuento para refrescar la memoria. Sublevación policial, saqueos organizados, cortes de luz para dolarizar tarifas y sembrar malestar, corrida sobre el dólar (la octava desde 2007), ataques especulativos (reservas, acopio de granos) para imponer una megadevaluación y una fuerte presión de los formadores de precios para torcer el proceso de redistribución del ingreso. Un cóctel explosivo que no falla según el manual de los golpes blandos. El arsenal mediático y de acción psicológica trascendió las usinas locales para quedar en manos de los mismísimos voceros de Wall Street y el imperialismo norteamericano. Pero no prosperó. Con una batería de medidas de diversa índole y magnitud, entre ellas una depreciación administrada de nuestra moneda, el gobierno logró aquietar las aguas y controlar los diferentes resortes económicos con una preocupación central: preservar las conquistas alcanzadas y las condiciones de vida de las grandes mayorías. Hablamos de los mínimos históricos de desocupación, del sostenido consumo popular, de la inclusión de millones a la salud, la educación, la cobertura previsional. En pocas semanas, se han dado pasos significativos en la identificación de los monopolios y transnacionales que pretenden saquear el bolsillo de los argentinos. Es el mayor temor del enemigo. La toma de conciencia es notoria y hay que profundizarla. Cristina, nuevamente, se puso al frente de la batalla. Vaticinaron crisis en el Frente para la Victoria, fugas masivas en el PJ, disolución de Unidos y Organizados, un goteo permanente en la base social del kirchnerismo. Tampoco acertaron. Lamentablemente, algunos que nunca estuvieron muy convencidos, o que por oportunismo se pararon en la vereda del sol, ahora se rasgan las ropas y corren por izquierda al gobierno con los latiguillos de la derecha. Es un verdadero problema no tener noción de los riesgos, de lo que está en juego hoy en nuestro país. Son la excepción, no la regla. Lo cierto es que el liderazgo de Cristina no sólo goza de buena salud en la Argentina sino que se consolida entre los pueblos de América Latina. Es lo que sugirió el compañero Raúl Castro al escucharla en la II Cumbre de la CELAC, es lo que evidencia la objetiva posición antiimperialista de nuestro gobierno frente a las agresiones que buscan arrinconar y derrotar a la Revolución Bolivariana. Sin grandes consignas, con lo justo y necesario. Los acontecimientos en Venezuela y Ucrania se emparentan entre sí, aún cuando son evidentes sus diferencias, características particulares y desenlaces. Así como los casos de Libia y Siria. Pero hay un denominador común. Son alrededor de doscientas las recomendaciones de la CIA para la desestabilización ‘en tiempos de paz’. En última instancia, dan rienda suelta a la violencia fascista. Todo está en pleno desarrollo, los pueblos están dispuestos a luchar. Es momento de estar en la calle, de organizar el respaldo a la compañera Cristina, de ser predicadores permanentes de las conquistas alcanzadas, de discutir, enfrentar los intentos por generar confusión, de convencer e incorporar a muchos más compatriotas a la defensa del Proyecto Nacional. El enemigo apela a todas las formas de lucha, quieren retrotraernos al pasado de hambre, ajuste y represión, al neoliberalismo, pretenden vernos de rodillas frente a los yanquis. Van a agudizarse los golpes de la derecha. Cristina responde, uno por uno, con firmeza y determinación. Como ella dijo, no va a dejar sus convicciones en el sillón presidencial. Debemos rodearla de unidad y organización, de conciencia y participación popular. Es nuestra tarea. Para defender lo conquistado y garantizar la continuidad del Proyecto Nacional más allá de 2015. Con Cristina como nuestra gran electora.
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